Una decide irè. Una va toda decidida, con todas las de Simone, Virginia, la otra Simone (Weil); con Luce, con Julia, con Hannah, con Marìa, con Marguerite, con... ni hablar. Una va con toda justicia y como toda justicia, la espada y la balanza van ciegas, dirìan pues imparcialidades, ¿serà? Una, finalmente llega con decisiòn, ciega, cieguìsima, ¿vàlida la palabra?; y ahì, ningùn nombre funciona, pues, llegamos solas (¿se entiende el plural?)... ¿Còmo? -dirìan. Y atendemos nuestra misoginia, la llamamos amor (la llamo pues, no harè de mi experencia algo colectivo). Bien, luego de que la llamè amor, decidì tambièn responder a sus mensajes, estar al pendiente de sus llamadas, pretender enojo por cuestiones celotìpicas; decidì molestarme pues, por los mensajes o llamadas o gestos no co-respondidos y por su carente atenciòn-falta de pretextos. Luego me lo creí y comencé a escribir esto en que pretendo decir lo contrario, claro, con la cabeza en alto, como las grandes, como las Simone, las Marìa, et cètera... asì, con la misma inconsciencia y con una variada (sitio editado) -dirìa la abuela.