Café y tres chocolates

Recién llego a casa. Luego de tomar las debidas tazas de café con un amigo querido y de años, Antonio, pienso en una frase: a partir del no, a partir de la negación toda una vida puede ser forjada.
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No es la afirmación explícita la que da origen a toda una narración, es a través del no que todo un discurso se construye y otorga raíces a un proceder específico. Narrando, es que urdimos toda una experiencia.
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Creo entonces en esa memoria que consigna rostros, creo en la memoria fallida sobre la cual alcé una vida que era mi vida. Es dulcísimo encontrar asociaciones para abrazarlas y quebrarlas, decir "ésta no soy yo", "aquella tampoco", y en toda la negación narrar, edificar. Otros más aseguran del no, una manera para eludir la realidad. ¿Pero de cual realidad estamos hablando? Sus simetrías son fragmentos de sus lindes, aparecen y desaparecen, se repliegan, no significan si no en sí mismas; lo único que les da soporte es esa gran negación que emerge en el discurso. La realidad es sus discursos, las formas en las cuales es dicha, nombrada.
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Antonio me hablaba de un no- liberador, una negación dolorosa que era punto de fuga y escarnio, pero principio de un total yo. "¿ser libres?", dijo, y cerró la conversación. La negación se me dió entonces, no como el habla en el proceso represivo, más bien como la posibilidad de una narración, de la construcción de un personaje, en su identidad, en su habitar. El discurso que explota en sus negaciones y comienza a sostenerse sobre sus silencios para respirar.
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Al fin realidades desfiguradas donde la memoria es cardinal, pero también insostenible. Un no, a partir del cual se alza todo un mundo, irreal: mundos irreales. Entonces, es esto todo lo que tenemos, meros accesorios, meros lineamientos tropológicos para referirnos a nosotros mismos. No deja de asombrarme la densa insistencia que precisa continuar a partir del no y la libre asociación, es decir, no deja de parecerme una maniobra tenaz ante un mundo que parece tener ningún sentido y cuya índole se acuna justo en el artificio como antípoda a la interpretación.
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Tal vez sí, que se me antoja una narración en la cual me acerque más a ese muro de lo absurdo que se incendia en un no.

Luz




Sucede esto. Estoy sentada frente la PC, un rayo de luz se refleja al sesgo. El rayo de luz cae sobre mi mejilla izquierda, esto importa, pienso que el destello proviene del cristal de la puerta. No es así. El destello se fractura en un espejo cuyo soporte tiene forma de luna. El espejo refracta un rayo, refleja luz, ciega/siega y parte de mi rostro se enfoca. Recuerdo la frase de:


la luna siempre un espejo.


Así, literal. Un poema de Sidney donde habla de su amor andando lento...Una luna que refleja... Algo... Nada. El sinsentido. Weininger decía que el miedo a la mujer es el miedo a la ausencia de sentido. Recuerdo cuando solía mirarme al espejo, y me sentía vacía, a distancia, recuerdo a las mujeres que se miraban al espejo mientras yo las leía, y. Recuerdo a las mujeres de Pinter, a las mujeres de Witold. Las hermanas de mi madre son divorciadas o viudas, y las imagino a todas haciendo una línea para reflejarse en conjunto en ese espejo de luna. Mejor observar el espejo, mejor no dejar caer los párpados. El ojo. Reforzar el ojo en el cuerpo. Liliana dió a luz hace algunos días, la tuvieron que desgarrar para que naciera su hijo, ella estaba lacerada y era plena. La miré y era plena. Pienso en mi dolor de espalda, y mi necesidad -de madrugada- por ir al mar, por encontrarme con la espuma y ola. Pienso en Simone, pienso en Wittgenstein:

El sentido del mundo debe quedar fuera del mundo.


Y pienso en la luna...

Terza rima

Quería hablar de Milton, pero aún tengo terrible verguenza y culpa por cierto incidente, et cétera... Bien, no, realmente no quiero escribir acerca de Milton o de aquella verguenza o de los incidentes, ni siquiera -y aunque- deseo escribir acerca de un tema que desata mi pulsión y compulsión. Tal vez, sólo necesite sugerir, una antesala: la terza rima y una necesidad: mejorar mi pronunciación del italiano. No sé, es esta extraña obsesión de leer en voz alta a las 2 o 3 de la mañana cuando la noche me permite escuchar mejor mi voz. Fallé en leer el siguiente estracto de la Divina Comedia, fallé y ahora me siento más torpe que nunca... Es decir, Milton, el incidente, números rojos, una uña rota, una lectura en italiano en mi malísima pronunciacion. Dejo el fragmento, el soneto completo, por favor leánlo pero no piensen en mi diciéndolo en voz alta, mi verguenza sería mayor.
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Quel color che viltà di fuor mi pinse
veggendo il duca mio tornare in volta,
più tosto dentro il suo novo ristrinse.
Attento si fermò com'uom ch'ascolta;
ché l'occhio nol potea menare a lunga
per l'aere nero e per la nebbia folta.
«Pur a noi converrà vincer la punga»,
cominciò el, «se non... Tal ne s'offerse.
Oh quanto tarda a me ch'altri qui giunga!»
I' vidi ben sì com'ei ricoperse
lo cominciar con l'altro che poi venne,
che fur parole a le prime diverse;
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