http://sol-negro.blogspot.com/2007/07/no-existe-tal-lugar-o-del-cogitersm.html
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Sólo la luna sospecha la verdad
Y es que (…)
-Vicente Aleixandre-
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Se tiende al movimiento y con él ocurre una-otra bendición/maldición, la del cogito y su consecuente fármakos: el cogito interruptus. Si bien Umberto Eco habla de este como un lugar común de virtud y defecto, de símbolo y síntoma; también lo propone como inefable técnica poética- psicagógica propia del vaticinio, inherente a todo tiempo, consubstancial a éste.
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El pensamiento contemporáneo intenta vaticinar desde una glosa exhaustiva del propio pensamiento, del símbolo o del síntoma. Se busca con persistencia una respuesta significativa a expensas de la subjetividad; se pretende llegar a lo objetivo, fraguar una máxima lícita para todo planteamiento donde símbolo y síntoma se vean dilucidados en aras de la transparencia. Es decir, se busca -afanosamente- habitar un lugar, pero éste no existe; y en ésta ocasión como lugar, no se plantea la lejana Utopía moderna, sino la Heterotopía inaccesible a posteriori de la modernidad.
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La experiencia moderna de un porvenir salvífico sucumbe ante la propia inconsistencia de su esbozo, en el abrazo fatídico de su propia esperanza. Así, el ensueño poético de Bachelard, cimentado en la realidad íntima del individuo como eficaz progenitora de emociones –antesala de la poesía- o la combinación cuasi-alquímica de nuevos y viejos sentimientos como parte de un quehacer poético propuesto por T.S. Eliot, caen ante una metáfora contemporánea –también- malograda: balbuceo, el sollozo del cogito. Momento de tránsito donde el sujeto desde su fragmentación resiste la estancia en el abismo a la par que “pretende” devolver al lenguaje cierta noción de unidad pero solo alcanza el lamento, el balbuceo infecundo de la palabra saturada y aborrecida en su redundancia y deslucida verosimilitud.
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La voz poética del nuevo siglo se acomoda en lugares –ya demasiado- comunes y desde ahí profiere sus vaticinios como anunciando una nueva época que resulta ya por todos conocida. No existe más fehaciente fragmentación que ésta, la del sujeto que no alcanza su propia voz poética: el malogrado poema. La voz se diluye en el discurso como consecuencia no de un razonamiento o reflexión, sino, de un intento fallido por evocar la constricción de una unidad en detrimento de las bondades de la voz misma. Surge aquí la posible heterotopía. Arremete como un posible hogar para la voz que se deslíe del centro –que vaga sin dios alguno en su supuesta realidad vigente- pero sus lindes no logran tamizar los discursos que se adentran, porque tales lindes son también inexistentes; la voz poética entonces se vuelve redundante y cae en su propio hastío.
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El templo estético que se procuraba, se vuelve un lugar ampliamente homogeneizado y lateralmente fragmentado, donde la comunión vivificante o apoteósica pretendida se vuelve la experiencia de una epifanía (sugerida desde la modernidad) que declina en la médula de una aporía irrevocable. No hay salida, solo un anquilosado juego verbal que finaliza antes de llegar –siquiera- a ser intento poético. El sueño ideal “del lugar” procede como una redundancia axiomática dentro del discurso. Se observa entonces, que no es el mundo representado en el logos lo que va en detrimento, sino el logos mismo.
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Si la techné poética desde una concepción Aristotélica, adviene solo como una representación placentera y catártica -y no como un quehacer con fines prácticos- se debería ahondar entonces en su locación estética y cuestionar sus necesidades de re-imaginar y replantear el mundo desde de sus propios criterios y más allá de la practicidad; dejar se habitar la comodidad para urdir grietas en la palabra. No existen más lugares por habitar después de la modernidad, sin embargo desarticular el discurso poético escinde las posibilidades en la voz que lo enuncia. No se logrará la utopía, no se gozará la heterotopía; pero seguramente sí se comenzará a replantear el lugar que se habita y si la voz es favorecida, tal vez encontrará que tal lugar no existe.
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Luego entonces, la interrupción del cogito; entonces luego, el silencio post-sparagmos, tal vez, tal vez, poesía.
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