Esta casa tiene la altura perfecta. Es fría. Por las noches, se escucha en ambas ventanas de la habitación arriba, la lluvia. Es perfecta. Ya instalé, por supuesto, la cafetera, el teléfono, mi cajón con Bach, Gorecki, Mahler, Brahms, Ponce, Stravinsky, la Peyroux (a quien escucho ahora!) etc. Estoy en una ciudad perdida, un lugar lejos de la mano del caos. Todo menos caos. Eso sí, el polvo me acompaña cada tercer día, todo se empolva demasiado rápido. Tengo dos grandes sillones donde mis queridos amigos que escriben, que editan, que cosen, que construyen, que pintan, que le hacen al cabaret, pueden, sin duda, quedarse los fines de semana. ¿Y entre semana? Ah! También. El sábado haremos llegar nuestros libros (míos, de Annie, Andreita, Sofía y Marianita). Voy por un café, también debo imprimir los exámenes para mis convenciones como docente. Por cierto, Sergio, nos debemos un expresso o capuchino. ¿La próxima semana?
3 comentarios:
Emh, si ese Sergio soy yo, pues sí... urge de hecho, para chismear, jaja.
Un abrazo.
Ese mero.
Y en efecto: chismear y hablar de nuestras mutuas obsesiones.
Hay un par de asuntos en Morelia!
¡Válgame! ¿Entonces usted es la del par de granadas de fragmentación? Me encantaría chismear con ustedes, ojalá un día.
Qué bueno eso de la casa.
abrazo
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