Una decide irè. Una va toda decidida, con todas las de Simone, Virginia, la otra Simone (Weil); con Luce, con Julia, con Hannah, con Marìa, con Marguerite, con... ni hablar. Una va con toda justicia y como toda justicia, la espada y la balanza van ciegas, dirìan pues imparcialidades, ¿serà? Una, finalmente llega con decisiòn, ciega, cieguìsima, ¿vàlida la palabra?; y ahì, ningùn nombre funciona, pues, llegamos solas (¿se entiende el plural?)... ¿Còmo? -dirìan. Y atendemos nuestra misoginia, la llamamos amor (la llamo pues, no harè de mi experencia algo colectivo). Bien, luego de que la llamè amor, decidì tambièn responder a sus mensajes, estar al pendiente de sus llamadas, pretender enojo por cuestiones celotìpicas; decidì molestarme pues, por los mensajes o llamadas o gestos no co-respondidos y por su carente atenciòn-falta de pretextos. Luego me lo creí y comencé a escribir esto en que pretendo decir lo contrario, claro, con la cabeza en alto, como las grandes, como las Simone, las Marìa, et cètera... asì, con la misma inconsciencia y con una variada (sitio editado) -dirìa la abuela.

3 comentarios:

Diana dijo...

Esto se trata de lo que creo que se trata?

Anónimo dijo...

Me parece que aquí ya no haces más que exprimir las palabras hasta extrujarles sus herrumbres, hasta ya no poderles decir "Te quiero" a los "queridos", pues ante "esos" nuestro lenguaje es una jerga sucia con la que intentamos cobijar a nuestros míseros amantes, o algo así. Nos debemos un cartón de cervezas.

Anónimo dijo...

Seguiré tu blog. Googleé tu nombre porque parece que ambos colaboramos con cierta revista. Saludos...